Diego se sentó en la mesa y nada había para comer. Su
familia ya había devorado todo el festín que en su honor se había hecho. Pollo relleno
que jamás probaría, sabrosas ensaladas que nunca degustaría, vino dulce y
delicioso que ya no mojarían sus labios. Diego se acostará con la culpabilidad
que deberá saciar el espacio de su estómago vacío.
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